The last chance - la novela erótica de Pierre des Esseintes

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categoría: Actualidades

The last chance - la novela erótica de Pierre des Esseintes

Este mes, descubre el primer capítulo de “The last chance”, la novela erótica del escritor Pierre des Esseintes.

No íbamos a vernos esta noche, otra vez más. Hacía algunas semanas que Natalia y yo nos cruzábamos. Ya no compartíamos gran cosa, a lo sumo algunas horas de sueño el uno al lado del otro. Ni siquiera nos íbamos a la cama a la vez. A veces, me arrepentía de haber elegido la profesión de piloto. Después de esas jornadas de vuelo, esas noches en un hotel a miles de kilómetros, no era fácil reencontrarse a la vuelta una complicidad de pareja con una mujer con un trabajo con horarios regulares. Su trabajo de directora jurídica le dejaba suficiente tiempo para ocuparte correctamente de los niños, e incluso de ejercer su pasión, la política local, pero en cuanto a nuestra vida en pareja, estaba dañada en un día a día lúgubre. Nuestra vida sexual había dejado de existir desde hace algunos meses.

Siempre resulta curioso constatar como el deseo se atenúa. Durante los primeros tiempos de la pasión, la exaltación de los sentidos es tal que no nos imaginamos que un día debamos esforzarnos por retardar el proceso. Y un día viene la pregunta “¿Por qué tengo que ser yo quién se esfuerce siempre?” Entonces, por pereza, por orgullo, pedimos a la pareja que despliegue siempre más esfuerzos para despertar el deseo. Después, por desaliento, ya no le pedimos nada. Es una historia vieja como el mismo mundo.

Eh aquí las consideraciones sombrías que ocupaban mi espíritu mientras recorría la autopista, de vuelta a casa, con el aire tibio de esta noche de junio entrando por la ventana abierta. Subí un poco el volumen de la radio. The last chance Texaco. Siempre me ha gustado esta canción. Las luces del aeropuerto se alejaban detrás de mí. En el retrovisor, todavía podía ver alguno aviones preparándose para aterrizar, como pequeños destellos furtivos en el cielo nocturno.

Me iba a volver a encontrar a Natalia dormida, pensaba mirando el portátil encenderse. Volvería discretamente a casa, cerrando suavemente la puerta, y me desnudaría sin ruido. Y efectivamente, todo ocurrió así. En el pasillo, mientras me dirigía hacia mi habitación, oí una débil nota musical sonar en el despacho. Entreabriendo la puerta, descubrí que Natalia había olvidado apagar el ordenador. Reconocí el sonido que indica la llegada de un correo electrónico. Resentí un malestar difuso, como un mal presentimiento. Cerré la puerta y me senté delante del escritorio.

No pude resistir a la curiosidad, y en la bandeja del correo electrónico de Natalia que había quedado abierta, descubrí el último mensaje de una conversación explícita, que había empezado horas antes: “Quedamos mañana en el Hotel Boris V, el que está más cerca de tu despacho, a las 13h en punto. Dispondremos de una hora. Te esperaré en la habitación 207. Me vendarás los ojos. Estaré a tu completa disposición. Haremos el amor según tus exigencias, sin intercambiar una palabra. Hasta mañana, Natalia”. Sentí el suelo derrumbarse bajo mis pies. Natalia tenía un amante, y además, dejaba su correo electrónico abierto... ¿Acto fallido, o más bien revelador de su indiferencia hacia mí? No quise remontar el hilo de la conversación. Lo que había leído era suficiente. Natalia ya no me consideraba como su completa pareja. Recurría a otro hombre para vivir sus fantasías, de las que nunca me había hablado. ¿Y si hubiera aceptado compartirlas con ella? ¿Acaso se había planteado esta pregunta?

Dejé el ordenador tal como lo había encontrado. En la habitación silenciosa, Natalia dormía. ME deslicé silenciosamente entre las sábanas. Los ojos totalmente abiertos, mirando las sombras en el techo, me imaginaba que el cuerpo de Natalia, tumbada a mi lado, estaría mañana a merced de los deseos de otro. Esta idea provocaba un electrochoque. Contemplaba una ruptura. Empezaba a imaginar los llantos, las peticiones de perdón, los golpes de puerta, la venta de la casa, los gritos de los niños... Pero esta solución me parecía impensable. Incluso si ya no ocurría nada, todavía amaba a Natalia. Así que me vino una idea: ¿Y si yo también me buscaba una amante? ¿Y si multiplicaba mis aventuras para explicárselas un día, solo para demostrarle que yo también puedo estar a la altura de sus fantasías? Asaltado por emociones yendo de la extrema excitación a los celos, pasando por el abismo del pánico total, finalmente me decidí a probar una aventura. Nunca me lo había planteado, pero en ese momento me sentí extrañamente libre. Decidí inscribirme al día siguiente en una web de encuentros adúlteros. El más conocido, ese que había visto anunciado con grandes pancartas moradas, con el logo de la manzana... Ya no me acordaba del nombre. Cerré los ojos. Me costó mucho conciliar el sueño.