The last chance - la novela erótica de Pierre des Esseintes - parte 2

Inscripción

Discreción
100% garantizada

Me registro


Encuentros fiables y discretos con toda tranquilidad
Una única regla: no hay identidades falsas
¡Miles de miembros ya inscritos cerca suyo y en el mundo entero!

categoría: Actualidades

The last chance - la novela erótica de Pierre des Esseintes - parte 2

Este mes, descubre el segundo capítulo de “The last chance”, la novela erótica del escritor Pierre des Esseintes.

Ya que hacer el amor conmigo ya no te interesa, haré el amor con tus fantasías. Esto es lo que había decidido. Yo también puedo ser infiel. Ya que este hombre quiere que seas su putita durante una hora en una habitación de hotel, seré el amante de otra putita. Lo seré para ti, para volverte a conquistar. Para que sepas que soy capaz de ello, y para que nuestra pareja vuelva a edificarse sobre nuevas bases. Te mostraré que puede ser un hombre que cumple, que trabaja duro, que se ocupa de los niños y de la casa, un amante creativo capaz, mejor que nadie, de honrar a tu cuerpo. Ninguna fantasía me espanta, créeme, y te lo voy a demostrar.

Así fue como contemplaba esta declaración de guerra a mi mujer. Mi era simple: ojo por ojo. Todas las fantasías que compartía con su amante, yo las iba a realizar con otra. Al final, se lo contaría todo para dejarle solo dos alternativas: quedarse o irse.

Al día siguiente, llegué al aeropuerto muy temprano. Mientras esperaba la comprobación completa del avión antes de despegar, decidí empezar mi búsqueda. Me encerré en un pequeño despacho reservado para el personal de navegación y saqué el ordenador de mi maleta. Mientras ronroneaba encima de la mesa, reflexioné acerca de lo que iba a hacer. Después de todo, mi misión requería capacidades de disimulo que no estaba seguro de dominar. Nunca había engañado a Natalia. Un universo desconocido de abría ante mí. Hice una búsqueda por internet con las palabras clave “encuentros” e “infidelidad”. El primer resultado de la página fue la web cuyo nombre buscaba ayer: Gleeden.

La foto de la página de inicio, una rubia guapa mordiendo una manzana tras otra, ya daba a entender por dónde iban los tiros: quien acude aquí es para morder el pecado, ¡y con ganas! Me inventé un pseudónimo y una contraseña y escribí un breve texto de presentación personal, más bien sugerente: la curiosidad me cosquillea, me gustaría encontrar una mujer juguetona, que le guste la perspectiva de paréntesis sensuales y con un espíritu ardiente… Fui evasivo en el apartado de “información intima”, sobre todo en cuanto a las preferencias sexuales. Ponerme en situación me interesaba más que la diversidad de prácticas. Compré algunos créditos e inicié una búsqueda según estos criterios: edad entre 25 y 45 años, y en una localización de unos 10 kilómetros a la redonda alrededor del aeropuerto. La web me mostró una decena de páginas de resultados. Los perfiles de mujeres casadas con fotos no me parecían poco creíbles.

Opté por una mujer de 41 años, sin foto, dressedinblack92, alto cargo en una empresa, 1,61 m, rubia de ojos azules, algunas redondeces, casada. El retrato exacto de Natalia. Me sorprendió la rapidez de su respuesta. Necesito cariño, últimamente me siento sola… Tras cada mensaje, firmaba como “Clara”. No tardó en confiarme los motivos que la habían empujado a inscribirse a esta web. Su pareja ya no se interesaba por ella, y sus motivaciones eran claramente sexuales: no quería probar ciertas prácticas. No le pregunté cuales, preferí dejar mi imaginación acelerarse hasta el momento de la cita. Me vino a la mente la fantasía de Natalia: Me vendarás los ojos. Estaré a tu completa disposición. Haremos el amor según tus exigencias, sin intercambiar ni una apalabra. Yo también le propondré esto en su momento. Pero ahora no. Mi trabajo me llamaba. El A320 se iba con una hora de retraso hacia Nueva York. Simplemente le propuse una cita en un hotel cercano al aeropuerto para dentro de dos días. Ella aceptó sin dudar. Primero sorprendido por la facilidad con la que había ocurrido todo, decidí jugar el juego de la web, y utilicé mis créditos para hacerle un “regalo virtual”. Mientras ajustaba mi gorra de comandante, pensé en el carácter irreversible de lo que estaba haciendo. Es cierto que todavía podía anular el encuentro, hasta el último momento, pero la situación empezara a excitarme realmente. Yo, normalmente tan concentrado en el trabajo, visualizaba cada vez con más nitidez la habitación de hotel con Clara, esperándome desnuda, mientras el avión despegaba.

A seguir...