The last chance - la novela erótica de Pierre des Esseintes - parte 3

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categoría: Actualidades

The last chance - la novela erótica de Pierre des Esseintes - parte 3

Este mes, descubre el tercer capítulo de “The last chance”, la novela erótica del escritor Pierre des Esseintes.

Dos días más tarde.

Cuando salí precipitadamente del avión con el equipaje, mi jefe de cabina me dijo: - ¡Vaya, nunca te había visto tan impaciente por volver a casa!

Se acercaba el momento de la primera cita, me sentía tan nervioso como mi primera vez en la adolescencia... Como habíamos cometido, envié un mensaje a Clara. Estaba tan estresado que llegué a desear que ella anule la cita. Le di el número de habitación, la que normalmente está reservada para pilotos y miembros de equipo de cabina, cuando quieren descansar cerca del aeropuerto. Me dio las gracias por los regalos virtuales, y me confirmó que me esperaría en la habitación 207. Compré un fular grande en una tienda del aeropuerto. La mano me temblaba mientras tendía el billete a la cajera. El autobús me dejó a pocos minutos de la entrada del hotel. Estaba a punto de hacer el amor con una desconocida, pensaba mientras travesaba el amplio hall de mármol, sin siquiera intercambiar una palabra con ella. En la recepción me informaron que una persona me estaba esperando en la habitación. Para sobrellevar el estrés, pensé en la venganza. Me imaginaba a Natalia sucumbir a las caricias de otro hombre. Iba a hacer lo mismo con una desconocida... ¿Qué tipo de mujer era Clara? ¿Una mujer de negocios agobiada e insatisfecha con su marido, como ella pretendía, o solamente una mujer perdida, dispuesta a acostarse con el primero que se le presente en un hotel de aeropuerto? Frente a la puerta de la habitación, saqué de mi bolsillo el fular con el que le iba a vendar los ojos.

Habitación 207. La puerta estaba entreabierta. Entré en silencio. Mi pecho latía fuerte. La primera cosa que noté fue el olor animal que reinaba en la habitación. El olor del deseo. Cuando la vi a cuatro patas sobre la cama, me impactó su parecido con Natalia: rubia, media melena, piel ligeramente bronceada, llena de pecas. Tan solo llevaba medias y ligas rojas con zapatos a juego. ¿Cuánto tiempo llevaba esperándome? Cuando me acerqué a la cama, se arqueó y apretó los puños agarrando las sábanas. Tenía ganas de hablarle, pero tal como habíamos quedado no dije nada. Giró su rostro hacía mí: su mirada clara se plantó en la mía. Sus rasgos eran finos, y su boca carnosa estaba hecha para los besos. Puse mis labios sobre los suyos, y le sonrió tímidamente, antes de vendarle los ojos . Todavía a cuatro patas, tendió una mano, a ciegas, hacia mi pantalón. La erección no tardó en tensar la tela. Paseó sus dedos por el bulto. Puse mi mano sobre sus nalgas. Su piel era firme y satinada. Se estremeció, y suspiró largamente.

Mis dedos rozaron su sexo liso y mojado, demorándome en su clítoris. Ella bajó mi bragueta. A tientas, buscó en mi calzoncillo para liberar mi pene tendido. Lo empuñó, y me guió así hasta sus labios. Sentí en mi clange el calor de su boca. Cerrando dos dedos a la base del mango, tragó mi miembro y empezó a chupar lentamente. Apoyé mi mano firmemente sobre su sexo ardiente y pegajoso. Sus “mmmh” voluptuosos hacían vibrar mi miembro, y en seguida fue mi cuerpo entero el que vibraba de alegría, renaciendo de sus cenizas para descubrir de nuevo el placer con una completa desconocida.

Saliendo de su boca, me desvestí y me arrodillé detrás de ella, sobre la cama. Ella gimió cuando agarré su trasero. La olí y me puse a lamer su sexo de arriba abajo, hasta su agujero con perfume de comino, donde acabé metiendo mi lengua dura. Una nueva piel, nuevos perfumes, un cuerpo que se estremece bajo mis caricias... Me sentí vivir de nuevo.