¿Es posible salvar el matrimonio con una infidelidad?

Inscripción

Discreción
100% garantizada

Me registro


Encuentros fiables y discretos con toda tranquilidad
Una única regla: no hay identidades falsas
¡Miles de miembros ya inscritos cerca suyo y en el mundo entero!

categoría: Actualidades

¿Es posible salvar el matrimonio con una infidelidad?

Todos los paranoicos están de acuerdo: la infidelidad, incluso en fantasías, pone en peligro la relación de pareja. ¿Ah sí? Ya conoces el dicho, las personas felices no tienen historia. Por esto es lógico que solamente se hable de los desafortunados que han visto desmoronarse su familia/día a día/ cuenta bancaria por culpa de la infidelidad. Las demás historias son invisibles porque siguen siendo secretas, es decir… fieles al concepto de infidelidad. ¿No es el colmo?

Si nos ceñimos a los hechos puros y duros, la mayoría de relaciones no responden a las crisis que la misma relación provoca: si la pareja está en crisis, se rompe. Así que no es absurdo pensar que la mayoría de las aventuras, por el contrario, permiten mantener un cierto statu-quo. En vez de hervir de frustración, permitirse un desliz. Además, sin querer arruinar la moral de nadie: ¡en la mayoría de los casos de infidelidad, la pareja está al corriente! (No sois ninjas.)

Permitidme una comparación con la comida. Irónicamente, la mayoría de los regímenes para adelgazar autorizan un o dos “cheat days” por semana (un día en que liberamos la presión y podemos comer esa pizza a los doce quesos que acapara nuestros sueños húmedos) (ya sabéis de qué pizza hablo). Nadie te pedirá tener siempre cuidado con lo que comes, incluso en navidad o por un cumpleaños. Se admite que los pequeños deslices permiten superar el esfuerzo a largo plazo: más vale dejarse llevar de vez en cuando que renunciar completamente.

Extrañamente, lo que parece lógico en cuanto a comida (una forma de templanza en el auto control) se considera un despropósito en el amor. Mantenemos el mito del “todo o nada” cuando la realidad es que las personas absolutamente fieles son tan comunes como el lobo blanco o los votos de castidad respetados: es posible, pero no es ni de lejos la norma.

Dicho esto, sería muy fácil tener solo en cuenta la infidelidad que uno mismo se permite. Un concepto emergente en los Estados Unidos es el de la generosidad sexual. Hace referencia a zonas “libres” (lo que pasa en las Vegas se queda en las Vegas), fiestas del trabajo que se desmadran, una carta blanca para un fin de semana entre amigos… “No preguntaré nada, no me cuentes nada”. Pero también hace referencia a auténticos acuerdos que no responden al modelo de unión libre, ya que solamente uno de los miembros de la pareja es libre.

La generosidad sexual consiste en autorizar deslices al cónyuge, sobre todo si se es consciente de no ofrecerle las gratificaciones sexuales o emocionales que él o ella necesita. Es reafirmar que la pareja es más fuerte que las historias de libido: que la relación no puede fracasar por asuntos de cama. También es afirmar que desde el respeto y el consentimiento, se puede externalizar ciertos aspectos de la vida de pareja. Como el sexo. Ya se externalizan las tareas domésticas cuando pedimos ayuda a alguien, externalizamos el cuidado de los hijos con la guardería o un o una canguro. En el caso de la generosidad sexual, alguien ayudará a nivel sexual. Es más barato que la guardería.

No se trata de dimitir. La generosidad sexual es una decisión, no se llega a ello por defecto, por olvido o por indiferencia. Necesita confianza en sí mismo y en la pareja (justamente lo que se supone que es la base de la relación…). No se trata de un remedio milagroso que funciona para todo el mundo. Es una posibilidad como cualquier otra.
Pero hay que tener en cuenta que la infidelidad puede salvar dos veces la pareja, al practicarla y al dejar que la practiquen. Doble impacto.


Maïa Mazaurette