Infidelidad: ¿Por qué tanto odio?

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categoría: Actualidades

Infidelidad: ¿Por qué tanto odio?

Maia Mazaurette (autora, periodista y blogger) nos habla de nuestras reacciones frente a la infidelidad de los demás, que inevitablemente nos devuelven a nuestras propias diferencias.

Es un hecho que la infidelidad molesta - incluso en Francia, digan lo que digan de nuestra obscenidad nacional. Estamos dispuestos a perdonar los calcetines tirados por el suelo, la falta de ambición, la libido incompatible, el descuido o las diferencias políticas, pero la infidelidad tiene derecho a un tratamiento especial. Y es lo mismo en los discursos generalizados sobre la pareja: miles de películas, libros, juegos o canciones condenan la infidelidad, mientras que se habla mucho menos de las voces contra la violencia doméstica - un ejemplo trágico pero elocuente.

¿Por qué precisamente este tema hace que los más progresistas de nosotros den discursos moralistas? ¿Por qué mi vecino de mesa inmediatamente se convierte en pastor fundamentalista rugiente cuando pongo una perspectiva diferente sobre el tema? Porque la esencia de la infidelidad es la de generar reacciones conjuntas - 100% a favor o 100% en contra, y qué pena con los que gustan de la complejidad y los juegos de seducción.

Esta vehemencia definitivamente esconde algo - de lo contrario trataríamos el tema con calma en vez de lanzar grandes verdades necesarias y lanzar anatemas entre quesos y postres.

Sabemos que muchos homófobos son homosexuales reprimidos, que el racismo existe entre los grupos étnicos del mismo color, que los líderes religiosos acaban en los tribunales por abuso de menores, que los que dan lecciones morales son encontrados regularmente con prostitutas... Y ¿si la agresión extrema hacia la infidelidad es una forma de cerrar la caja de Pandora de las personas ciegas a sus propios deseos?

Ya nadie niega que pasar cincuenta años en los brazos de la misma persona (y no pensar nunca en estrangularla) es un reto casi insuperable, pero todavía hay una mayoría de personas que dicen sin pestañear, no haber sentido el menor deseo hacia otra persona, aunque sea cinco minutos en un ascensor. No dudo que lo crean. Sin embargo, creo un poco menos en esos que reaccionan sistemáticamente de forma excesiva. Desde el exterior se parece al método Coué: Repetir que la fidelidad es obvia y obligatoria, para silenciar sus propios temores de culpa.

Tal vez los defensores de la fidelidad son los que están más cerca de la tentación. El lado oscuro, con el que se codean a diario, y cuando acusan a todo el mundo ya sea de tener cuernos o engañar a su pareja es a sí mismos a los que esperan convencer.

Cuando la indiferencia o el debate dan paso a la afirmación brutal, usted puede apostar que algo raro está pasando. Sólo la verdad duele. Después de todo, nunca es realmente al otro al que se odia, sino el reflejo de sí mismo en él.

Maia Mazaurette es la autora del blog Sexactu y varios libros, incluyendo "Atrévete a tener citas por Internet."