Sociedad de vigilancia, pareja sin viligancia - la crónica de Maïa Mazaurette

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categoría: Actualidades

Sociedad de vigilancia, pareja sin viligancia - la crónica de Maïa Mazaurette

Sin duda habrás notado que a los inventores no les falta imaginación cuando se trata de alimentar nuestra paranoia: existe una web para saber si tu pareja está en Tinder, las empresas de honey trapping son cada vez más numerosas, ¡incluso encontrarás una cama que denuncia las infidelidades cometidas a domicilio! Sin llegar a pagar a alguien para que intente seducir al marido o a la esposa, la tecnología moderna pone a nuestro alcance mini cámaras, o incluso tests de ADN para “comprobar”.

Resulta que no tendríamos que comprobar. La monogamia consiste en no verificar, sino en confiar – y en saber que si las modalidades de la monogamia evolucionan (permitiéndose una aventura), lo mejor es no saber. La infidelidad consiste justamente en proteger a la pareja: ¿Por qué no partir del principio que si nuestra pareja oculta una aventura es por un buen motivo – y no necesariamente egoísta? ¿Quizás para no herirnos, para evitar preocuparnos inútilmente, cuando se trata de algo pasajero? Cuando vigilamos las idas y venidas, los emails y las llamadas de otra persona, rompemos tanto el ideal de confianza monogámica que cuando te acuestas con otra persona.

A nivel práctico, es todavía peor. A menos que trabajéis juntos, salgáis juntos, hacer las compras juntos, la vigilancia necesita habilidades de ubicuidad y un impresionante potencial insomne. ¡Vale más la pena dejar a nuestro querido o querida encerrado en una jaula de oro! Además, tendrás que extender la sospecha al entorno: si nos engaña es que hay un o una cómplice – habrá que comprobar al detalle sus relaciones profesionales, replantearte todas las amistades, pero también prohibir simples encuentros en el metro y vigilar hasta las interacciones más banales. Pedir un café puede convertirse en un crimen, ¡y ni hablar de ir al médico! Porque un o una médico toca. Y porque cualquier cosa puede pasar (en el peor de los casos, incluso lo improbable se vuelve posible).: También tendrás que desconfiar de la familia – todos hemos oído historias que incluyen primos o suegras. Las comidas de los domingos no volverá a ser lo mismo...

Después, hablemos de los resultados. Una de dos: O bien encuentras algo y te sientes infeliz, montas una escena, un divorcio, una terapia, pero se acabó. O bien la alternativa, todavía peor: no encuentras nada. Porque te ves condenado o condenada a buscar más, en todos los sitios, todo el rato, imaginando maquinaciones todavía más complejas, a escrutar enemigos todavía más patéticos (¿en serio, la banquera?). Solamente existen dos límites a la verificación maníaca: la de la cuenta bancaria y la de nuestra salud mental.

Y porque nuestra pareja no es idiota: una vigilancia realmente discreta, indolora puede ser factible si se trata de una verificación puntual y no invasiva. Pero a partir del momento en que se instala la sospecha, está jodido. Cualquier vigilancia deja rastros, y nos encierra en nuestra propia trampa: para demostrar que la pareja no merece nuestra confianza, actuamos de forma que nosotros no merezcamos su confianza tampoco. Todos pierden, daños colaterales, balón en el centro.

El hecho es que si tu pareja te es infiel, él o ella cree que es mejor que no lo sepas. Y si quieres a tu pareja, tendrías que respetar esta opinión. No hay nada malo en no saber. Esto no convierte a nadie en el centro de burlas, sobre todo cuando la paranoia tiene consecuencias mil veces más destructivas. Duerme tranquilo/a, acepta que no puedes controlarlo todo: paradójicamente tienes menos que perder abriendo la puerta (o negándote a comprobar si está cerrada) que transformando tu pareja en un bunker.